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Emilio Saraco nació el 20 de diciembre de 1912 en Balnearia, Provincia de Córdoba. Comenzó a dibujar desde niño y nunca paró. Su hermano Juan lo llevó a Buenos Aires donde estudió para Técnico Constructor, carrera en la que se realizaba mucho dibujo, también cursó en las Escuela de Artes Decorativas de la Nación. Como empleado de Vialidad Nacional, fue trasladado a Bariloche en 1942, donde fue jefe de la Oficina Técnica Municipal y fue profesor de dibujo en el Colegio Nacional; más tarde fue a trabajar a Villa Regina hasta que vino a vivir a Neuquén con su familia a principios de los 60´ para dirigir la Escuela de Bellas Artes.

De joven recorrió varios países latinoamericanos, entre ellos Perú, donde fue a visitar a Manuela Crovetto, a quien había conocido por correspondencia y con quien se casó a fines de 1940; tuvieron cuatro hijos. La casa que habitaron con la familia aún se encuentra entre las calles Córdoba y Teniente Ibáñez de la Ciudad de Neuquén.

Como artista plástico, gestor y docente, contribuyó enormemente con el desarrollo del arte popular en la provincia de Neuquén. Incursionó en el paisaje cordillerano y se dedicó a retratar el estilo de vida y el escenario típico de la cultura mapuche. Fue pintor, dibujante, realizó esculturas y murales, algunos de los cuales forman parte del patrimonio de la ciudad de Neuquén, como el que se encuentra en el hall del Hotel Royal, la sede de A.C.I.P.A.N., y la escultura del conejo del Jardín de Infantes N°1, entre otros. También son conocidas sus carbonillas, que conforman un registro de campo, de los pueblos y su gente.

Fue el primer director de la Escuela Provincial de Bellas Artes de Neuquén en la década del 60´ e impulsó la actividad teatral en el Alto Valle. Entre las numerosas distinciones que obtuvo, se destacan la proclamación de Ciudadano Ilustre en la ciudad de Neuquén y Notable Mayor Argentino en el Congreso de la Nación en el año 1997.

Emilio Saraco falleció el 23 de Septiembre del 2001 en la Ciudad de Neuquén a los 88 años.  Su legado permanece intacto.  Uno de sus lemas más conocidos rezaba “el arte debe ser comprensible para todos los públicos”. En la década del ochenta el Museo Gregorio Álvarez tuvo un salón dedicado a las artes visuales que llevó su nombre y más tarde, a principios de los 90´, se inauguró la Sala de arte Emilio Saraco en honor a su trayectoria y compromiso con el arte.