Chocolateria Haltrich

Haltrich, los sofisticados chocolates neuquinos que sorprenden con sus llamativos sabores

Rodeada de deliciosas obras de arte con tentadores rellenos y especias, la entusiasta y creativa chocolatera, Agustina Haltrich, relató la historia de un ícono de Neuquén que nace con su bisabuelo huyendo del Imperio austrohúngaro, en medio de la Primera Guerra Mundial, buscando un mejor porvenir. Con él llegó a la Argentina su familia, incluido su hijo Rolando, y una rica experiencia en pastelería y chocolatería que se transmitió de generación en generación.

En su paso por Buenos Aires, siendo un adolescente, el abuelo de Agustina trabajó en la confitería del Jockey Club y luego de un breve período en Bahía Blanca, en 1937, llegó a un polvoriento e incipiente Neuquén. Junto a su padre logró abrir una confitería, primero en el bajo y más tarde – ya casado con María Borja – en San Martín 50, en un local que a lo largo de 50 años fue un imán de los golosos de la región.

“La confitería marcó la historia de los neuquinos y del Alto Valle. Hacían chocolates, tortas, masas finas, facturas. Mi abuelo fue el primero en hacer helados en Neuquén, los hacía en verano con fruta de estación; y para Pascuas, hacían empanadas de vigilia. El chocolate siempre estuvo presente”, destacó Agustina.

Tras el cierre del célebre local, a mediados de la década del 90′, el espíritu de los Haltrich se revitalizó en 2002, cuando -tras la llegada de su primer nieto-, Teresa hizo bombones para una celebración y el éxito entre sus allegados fue tan grande que, incentivada, decidió hacer una pequeña producción para vender con motivo del Día de la Madre. “El  diario LM Neuquén, le hizo una nota muy linda y se llenó de gente de todo el Alto Valle. No solo que se vendió todo, sino que también, muchos de los que fueron a comprar le recordaron historias de la confitería”, recordó Agustina.

Ante el éxito en ventas, Teresa se propuso repetir la experiencia para Navidad. Sin embargo, la intensa demanda que empezó a tener desde ese momento, la llevó a arrancar el emprendimiento sin esperar a las fiestas de fin de año. “Entre el pedido de uno y otro, y la recomendación de boca en boca, cuando se quiso dar cuenta, estaba haciendo chocolate todas las semanas”, dijo entre risas.

Hasta el 2014, el hogar de las Haltrich ofició también como fábrica y espacio de ventas. Ya con Agustina devenida en maestra pastelera, se incorporó al proyecto y abrió el local sobre la calle Córdoba al 344, donde actualmente recibe a sus devota clientela.

El desafío de continuar la tradición

Para Agustina es un desafío y una responsabilidad grande continuar la tradición familiar. “Es fuerte, hay mucha presión porque la calidad siempre fue una característica del apellido. Un producto Haltrich tiene que ser un producto con calidad”, sentenció.

“Me acuerdo cuando mi abuela nos visitaba y me decía: ‘A ver, ¿qué hiciste hoy?’. Entonces se sentaba, yo le preparaba un cafecito para acompañar la degustación de bombones y ella me hacía la crítica completa. Un día se me ocurrió revolear los ojos, como diciendo ‘¡qué hincha!’. Y me miró y me dijo: ‘El apellido que está ahí es el mío’. Bajó línea y me pareció muy bien porque gracias a eso, hoy la gente entra y dice: ‘Llevo con ojos cerrados porque sé que Haltrich es sinónimo de calidad’. Realmente es un orgullo para mi que mis chocolates estén relacionados con mis abuelos y la calidad; y que la gente vuelva reconociendo un producto Haltrich, felices de que se mantenga esa tradición”, expresó con orgullo.

Tras señalar que de sus tres hermanas, ella fue la única que se fascinó por la cocina, Agustina manifestó: “Siempre hice tortas, galletitas y cuando pude meter mano en los chocolates, también lo hice. La directiva materna fue que tenía que estudiar, para saber lo que iba a hacer, al igual que mi mamá que viajó, hizo cursos, recorrió muchas chocolaterías, sobre todo en el extranjero”.

En constante evolución

Aunque los chocolates Haltrich son fieles a sus raíces con un trabajo minucioso para mantener la calidad y sus clásicas delicias, continuamente se renuevan con llamativos y originales ingredientes que potencian los sabores sofisticando la propuesta.

“Es una constante evolución. Así como mi mamá me mandó a estudiar, ella también lo hizo, viajó para aprender y gracias a eso empezamos a incursionar en sabores nuevos con los bombones especiados, por ejemplo”, remarcó Agustina.

“Nuestro fuerte es la bombonería fina artesanal, trabajamos desde cerezas al licor, marroc, dulce de leche con ganache de licor, de tequila, Baileys, whisky bourbon, gin, vodka, un surtido muy amplio.

“La joya de la casa son las flores. A eso se dedica mi madre, cien por ciento exclusivo de ella en derecho de autor y realización. Tenemos los pétalos de rosa y los pensamientos, que los cultivamos en forma orgánica, los glaseamos y se consumen como un bombón. Es algo muy especial y eso es lo que más demandan”, subrayó.

“El paladar de la gente también fue evolucionando”, advirtió después. “Al principio había mucha resistencia, ahora la gente me pregunta: ‘¿Qué tenés de nuevo?’. Busca la novedad, lo diferente, no se asusta cuando le digo que tengo un chili picante traído de la India. Ya lo quieren probar”, exclamó. “Al principio iba si o si al chocolate con leche y actualmente le pelea a la mitad. Y cada vez más personas piden chocolate amargo al 80 por ciento, que es más fuerte todavía y cada vez sale más”, resaltó.

Siempre estamos tratando de buscar cosas nuevas para sorprender y disfrutar porque la verdad que es que el chocolate es algo lindo, un mimo al alma. Haltrich es una chocolatería para todos los gustos, desde los clásicos hasta los diferentes y, como es artesanal, mucha gente pide lo que quiere y nosotros tratamos de buscar la forma para que todos se lleven lo que realmente desean”, remarcó Agustina al comentar que en ocasiones han hecho combinaciones por encargo.

Luego de anunciar que en unas semanas Haltrich comenzará a funcionar en Ministro González 86, en “un lugar más céntrico, con mayor acceso, donde tendremos más propuestas”, la chocolatera manifestó su gratitud hacia sus clientes y sus colaboradoras.

“Yo quiero agradecerle a la gente que viene y que nos cuenta recuerdos de mis abuelos, algunos lo dejan plasmado en un libro que tenemos”, destacó. “También quiero agradecerle a mi equipo que son mujeres luchadoras, aguerridas, que no aflojan en nada; que se pusieron la camiseta y que están al frente conmigo acompañándome. Realmente es un placer porque una tiene la respuesta del equipo de trabajo y de la gente que elige el producto, que se da cuenta del amor que le ponemos todas”, valoró, antes de confesar su anhelo respecto al futuro de Haltrich.

“Mi sueño es que siga creciendo. Mi abuelo, allá por los años 60′, 70′, había proyectado una confitería. Tenía un salón muy grande, atrás tenía la cuadra (se le llama cuadra al lugar de fabricación) y en la parte de arriba del local, tenía planificado poner una cafetería. La idea era que eligieras abajo los chocolates, bombones, masas, tortas, o facturas que quisieras consumir y, a lo europeo, vayas arriba a hacerlo, mirando hacia el río. ¿Quién te dice si en algún momento logro hacerle el sueño realidad a mi abuelo?”. concluyó ilusionada.

 

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